Te escribo esta carta debido a que una de nuestras profesoras del máster nos ha invitado a reflexionar sobre cuál es el profesor que más recordamos de nuestra etapa de enseñanza secundaria. Sin duda, esa persona eres tú.
Tu carácter estricto y, aparentemente autoritario, nos dejó desde el primer dia a todos y a cada uno de nosotros sentados en la silla como pasmarotes. Pero no, no era miedo aquello que sentíamos. Era un profundo respeto. Es cierto que tu aspecto físico, tu mirada profunda y tu voz grave invitaban a ello. Fuiste muy claro desde el primer día, no te andabas con tonterías. Estableciste tus normas y nadie las incumplió jamás.
La asignatura que impartías era Historia, y la vivías de tal forma que nos impregnabas de toda esa intensidad. Tus clases eran magistrales, y sin embargo, jamás se me escapó ningún bostezo, jamás se escapó mi atención hacia mis "preocupaciones" de pequeña adolescente. Tu forma de explicar la Historia era especial. Lo transformabas de modo que un día pareciera una película, otro día una anécdota que todos pudiéramos haber vivido diez siglos atrás o un capitulo de la mejor serie de risa. Eras serio, jamás se te escapaba una sonrisa, pero a todos nosotros nos hacías sonreir. Siempre recordaré cuando pasabas lista y bromeabas con mi largo apellido... te detenías durante segundos a redactarlo completo y a finalizarlo siempre con "y todos los Picos Europeos..." (te explayabas más, pero es lo único que puedo recordar).
Eres la persona más culta que jamás he conocido. Creo que ese era tu secreto. Eras un profundo conocedor de todo aquello que explicabas, y te tomabas la libertad de explicarlo de manera que nos resultara divertido, entretenido. Salíamos de clase con ganas de comentarlo entre nosotros, de echarnos unas risas, incluso hablarlo luego en casa. "¿Sabéis qué?, hoy nuestro profe de Historia nos ha contado que cuando Hernán Cortés y todo su ejército se enfrentaron a los mayas, ahí estaban ellos, los pobres, imagínatelos, con sus plumas, sus escudos de madera ... y los españoles con sus caballos, sus trabucazos... vamos, que se cagaron por la pata abajo". Sí sí. Así lo contabas, tan políticamente incorrecto, con toda tu seriedad. Alternábamos el interés de tus explicaciones con la risa, y así aprendíamos. Creo que ahí radica el poder de la enseñanza. La verdadera recompensa de ser profesor.
Conseguías que todo aquello que explicaras se marcara a fuego en mi memoria, y aunque a pesar del tiempo transcurrido mucho ya he olvidado, no olvido la importancia que tenían tus clases en aquel periodo de mi vida. Esperaba y deseaba que llegara esa hora.
Tú hiciste que adorara la Historia.
Un abrazo, mi querido profesor.
Vivir la historia como si viviéramos aquella época siempre resulta una estrategia interesante y motivadora, pues parece que no es algo ajeno e incluso sientes cierta empatía por aquella personas que vivieron en aquel momento. Acercar los conocimientos a los alumnos como si fueran propios es algo clave en el proceso de enseñanza-aprendizaje y como bien dices tu profesor lo hacía muy bien, pero creo que la clave también reside en el valor que el mismo daba a ello, su dedicación e importancia y como lo sentía pues lograba transmitiroslo. No pierdas ese sentimiento por la historia, por cómo te la transmitieron y por cómo la puedes transmitir tú pues es lo que te llevará a ser una gran docente.
ResponderEliminarSaludos
SARA